Cañadón Seco - Santa Cruz - Argentina
"Ciudad Luz"

Educación y Formación

Escuela Nro. 23, 26 de Junio.
 


Testimonio del Primer Egresado, Juan Jorge Galand:  


"En el mes de Junio de 1946 llegamos a Cañadón Seco, procedentes de Comodoro Rivadavia, mi Madre y mis dos hermanos menores.

Nos alojamos en una casa del barrio "Auxiliares" que la habitaba mi Padre, que nos había precedido en Febrero de ese mismo año.

En Comodoro las clases finalizaron en Mayo, yo terminaba cuarto grado y uno de mis hermanos primero.

La carencia de escuela era intranquilidad de todos. Es así como mi Padre, el Señor Biscayart y su esposa -que era maestra-, juntamente con otros vecinos que tenían chicos en edad escolar, se preocuparon para diligenciar la creación de una escuela para el Campamento, integrado por 30 o 35 familias.

Esta inquietud tuvo eco favorable en el Jefe de Campamento Ing. Fenenn, quien consideró positiva la gestión y se preocupó por llevarla a feliz término. Casi en la primavera de 1947 iniciamos las clases con gran entusiasmo de nuestros padres y de nosotros mismos. Eramos un grupo de 12 o 14 niños, varones y mujeres.

Nuestra maestra fue la Señora de Biscayart que se turnaba para atendernos a todos. Algunos concurrían a grados inferiores. Juntamente con Elfio Antognoli cursabamos el sexto grado.

El padre de Elfio era socio propietario con Dacal de la panadería, que funcionaba en un local construído en las inmediaciones del hoy Parque Hilario Cuadros.

Todos los pibes de mas o menos de nuestra edad nos reuníamos en la casa de Elfio. Inventábamos juegos. Integraba también la barra el negro Mascherini. Su padre era dueño de la lavandería que estaba instalada en el camino que llevaba al Campamento Viejo o Campamento "Vachelli", como también lo llamaban.

¡Este Negro era la piel de Judas y nos tenía a todos locos!.

Para desquitarnos, ya de acuerdo los demás, propusimos jugar a encontrar objetos escondidos. Como el Negro andaba siempre de boina, uno de nosotros lo animó a esconder un huevo de gallina debajo de ella. Cuando comenzó a pasearse haciéndose el desentendido, el mas audáz le dió con la mano en la cabeza descubriendo el escondite.

¡Para que!...

El Negro cuando vió que le corría por todas partes la clara y la yema del huevo nos quería matar. Recibimos amenazas de cualquier calibre. Pero como buenos amigos que éramos, lo ayudamos a lavarse y ponerse otra vez lindo.

¡Tuvimos tema para divertirnos un largo tiempo!.

Como niños, aparte de los juegos y bromas que ideábamos para ocupar nuestro tiempo libre, esperábamos con verdadera expectativa los días Sábados a la tarde cuando llegaba el camión que traía las películas para la función del fin de semana.

Las que mas nos gustaban eran las de Tarzán con Johnny Weismüller, las de cow-boys y de última cualquiera, pues nos divertíamos lo mismo y aplaudíamos a rabiar las escenas de acción. A la hora que sabíamos llegaba el camión de Comodoro, empezabamos a dar vueltas, y mas vueltas frente a la Gamela donde se proyectaban, después de la cena del personal.

Cuando por alguna razón las películas no llegaban, caíamos temprano en cama llevando a cuestas la mayor desilución. ¡Como para no ponerse tristes si esa función representaba nuestra mas cara diversión!.

En esa Gamela o Comedor 15, como lo denominaron después, funcionó también la Primer Escuela.

Esperabamos que el personal de la Empresa finalizara de almorzar y a las 14 Hs. iniciábamos las clases que duraban hasta las 17 Hs.; los mozos, y los operarios de cocina colaboraban con la maestra para reacondicionar el lugar.

Al pizarrón se lo había fijado al fondo del salón, y en sus inmediaciones se colocaban las mesas de trabajo.

En los días de sol y sin viento, la maestra autorizaba en los recreos salir a jugar frente al comedor, siempre bajo su estricta vigilancia.

Pero cuando las inclemencias del clima no lo permitían, lo que sucedía con frecuencia, debíamos permanecer en el salón.

Al menor descuido de Doña Blanca, nos "colabamos" en la cocina donde encontrábamos ollas con 20 o 30 litros de compota de orejones, que la hacíamos pasar -cucharón en mano- como agua.

Si no encontrábamos compota, nos "empanzábamos" de buñuelos que habían quedado del postre.

Cuando llegaban a preparar la cena, los encargados de cocina, sabrían darse cuenta del faltante, como así también deducir quienes eran los autores de la "rapiña". Nunca dijeron nada, ni se quejaron a la maestra, quizás recordaban ellos también sus travesuras de niños.

Nuestra Maestra Doña Blanca Haydeé era una mujer de gran carácter pero dotada de una sensibilidad que la hacía acreedora de la estima que todos sentíamos por ella.

Nos ponía en vereda y marchábamos derechitos, pero cuando tenía que interpretar y resolver nuestros problemas, no mezquinaba comprensión y consejos.

A esta Señora no volví a verla, pero guardo de ella los mejores recuerdos.

Fueron mis compañeros, en los primeros pasos de la escuela, los hermanos Mirande, Juan, Carlos, Roberto y Ana María; Ofelia del Hoyo y Héctor del Hoyo, hijos de uno de los primeros pobladores de la zona; Antonio Carlos Rivera, su padre Don Francisco fue el primer concesionario del restaurante y bar, hoy actúa como Martillero Público en Comodoro Rivadavia.

Berta Barría, pariente de Don Agüero, el propietario de la única quinta y quién proveía de frutas y verduras frescas a los vecinos del Campamento; Juan Nicolás Maza; Estela Sanchez, Aníbal Enríquez, y Ana María y Elfio Antognoli; son los que recuerdo.

En el año 1948 nos trasladamos a las instalaciones de chapa que habían construído para la Escuela. Estábamos mas cómodos, ¡pero, claro! estrañábamos los orejones y buñuelos.

En Mayo de 1949 finalizo la escuela primaria. Fuí el Primer Egresado de aquella Escuela por la que todos los padres de familia del Campamento lucharon por verla funcionar.

Mi flamante certificado de sexto grado aprobado atestiguaba esa realidad.

Cuando tuve que alejarme de Cañadón Seco al año siguiente, para iniciar estudios secundarios en el Colegio Otto Krausse de Buenos Aires, sentí alejarme del lugar donde quedaban amigos de juegos y travesuras, paisajes particulares, simples, pero que representaban mi mundo.

Los padres disponen lo mejor para sus hijos -hoy comprendo, porque me toca cumplir ese anhelo- pero sufrí mucho con esa separación. Por motivos particulares no pude concluir el ciclo secundario, y regresé al Campamento empleándome como cajero en la Cooperativa del Personal de YPF.

Hoy cuando me encuentro, por casualidad, con los que conformamos el Primer Grupo de Alumnos de la vieja Escuela rememoramos esos años y no paramos de preguntarnos mutuamente:

¿Te acordás?....

¿Te acordás?....


     
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